Hola. Mi nombre es Karen y tengo 23 años. Desde que llegué a la pubertad, mis padres me decían que «comiera menos» y «perdiera peso».
He estado haciendo dieta desde los 16 años, literalmente siendo una adolescente. Desde que llegué a la pubertad, mis padres me decían que «comiera menos» y «perdiera peso». Todos en las redes sociales solían pensar que estar delgada era la tendencia, y todos publicaban fotos luciendo sus cuerpos y criticaban a quienes no lo hacían. En la escuela, todos me acosaban y decían cosas desagradables sobre mí, incluso mis llamados amigos.
Desarrollé anorexia porque mis padres me ponían a dieta. Subía 2 kilos y ellos empezaban a alterarse y a culparme por «comer en exceso», lo que hacía que odiara aún más mi cuerpo. Empecé a evitar mirarme en los espejos para no tener que verme. Ni siquiera podía hablar con mis amigos porque empezaban a decir cosas sobre mi peso. Me sentía sin valor, siendo honesta. Sentía que mi único objetivo en la vida era perder peso. A veces, mientras caminaba por la calle, soñaba con que un coche me atropellara y esta pesadilla terminara. Quería que eso sucediera.
De todos modos, un día encontré esta aplicación en mi teléfono; creo que mi mamá la descargó «para mí». Estaba revisando la aplicación cuando leí en una reseña que también proporcionaba apoyo psicológico. Así que pensé en probarlo y ponerme en contacto con ellos.
Sabía que no quería ayunar ni dejar de comer algún alimento en particular, ya que había estado haciendo eso toda mi vida. Lasta entendió esto y me presentó la alimentación consciente, una forma de meditación. Como resultado, empecé a aprender a lidiar con mi ansiedad por la comida. Pasé de temerle a la comida a apreciarla.
Me dieron entrenamiento en terapia cognitivo-conductual junto con su programa de alimentación intuitiva. Comencé a hacer afirmaciones, lo que redujo mis pensamientos negativos y me ayudó a recuperar mi salud mental. La alimentación consciente me hizo recuperar el respeto que había perdido por mi cuerpo.